jueves, 11 de septiembre de 2014

Desde los acentos mustios del centeno.

Por casualidad, inerte la bienvenida al paréntesis
Tras años como máscaras fluctuando a la deriva
Esas interrogaciones movedizas y sin timonel
Esa familia nuestra que anida en el otoño del sol
Se extinguió, se gangrenó sin nostálgico viaje
Se deshizo para volar junto las luciérnagas 
Que irrumpen como ecos en la cripta de la niñez.

20/08/14 - Fragmento desventurado de una servilleta. 

lunes, 21 de julio de 2014

Un peu de musique

En la música todos los sentimientos vuelven a su estado puro y el mundo no es sino música hecha realidad.
- Schopenhauer.



miércoles, 16 de julio de 2014

La más silvestre aspiración.

Si pudiéramos despeinar nuestras plumas
y ser pacíficamente fieles a esta maraña de ruidos…

Si pudiéramos evolucionar sin las alas represoras
de lo fugaz y degradable…

Si pudiéramos desvelar nuestros armarios repletos de emoción,
nuestros atuendos camaleónicos y desgastados….

Si pudiéramos fustigar los cánones de un ritual llamado interacción,
de sus tentáculos repletos de remaches, obesos de frustración…

Si tal vez pudiéramos atravesar
la desnudez boreal del pensamiento…
Entonces, sólo entonces, sólo entonces,
                                   sólo

                                               entonces….

lunes, 14 de julio de 2014

Al creernos desamparados en una bifurcación, cuando no averiguamos cuáles son nuestras intenciones, y la verdad se muestra diluida, escurriéndose entre los dientes al masticar, y la sinceridad no es una válida opción porque desconocemos a qué convicción asirnos, sólo cabe repasar los sucesos, dominarlos en cierto grado, sorber de nuevo las certezas - verdades de nuestro entendimiento -  y sajar el pecho, con ligereza y dignidad, para extraer toda migaja de indecisión. El último, radical e irrevocable sentido de la vida es decidir, y resulta imposible no hacerlo. Nuestra libertad, órgano de amplitudes esclavizado por su esencia, engloba el abanico, los valores y la consideración que influyen en el instante de elegir, e incluso esto último se nos antoja cuestionable. 

Pero a saber: 
quien se adentra en un laberinto voluntariamente, perteneciente a sí mismo,  porta la llave de su cerradura.
 

lunes, 7 de julio de 2014

Constrúyeme.

(Sinceramente, dudo que ya nos hayan presentado).
No te sorprendas, en verdad la cobardía,
gruñendo igual que un cachorro indócil,
me maquilla imbécilmente
bajo los sellos de falsos pasaportes,
me tritura como caníbal p-a-u-s-a-d-a-m-e-n-t-e,
hasta devolver un millón de espejos rajados,
un manantial reflejando lo que supongo ser
y esos condimentos que me acompañan,
pero jamás – no, nunca, no -,
el trapo anciano e inservible
que tras bamboleos de meses absorbí. 
Si fuera, por gracia genética y providencia,
un maniquí valiente, diáfano u honrado,
como los niñitos que hurtan estrellas
al barón empalado de la complejidad
- yo que apenas me atrevo a encenderlas-,
forjaría un prisma para mostrar estos rostros camuflados,
aunque así disparara contra mí torpemente,  
aunque ciego descubriera milicias de pecados
y así desgarrara el espejismo que me envuelve;
pero, ¿CÓMO?
Ni tan siquiera discierno entre carnes y disfraces;
me debato despechado en junglas de ojos falsos,
de sospechas de plástico y  mil rutas cambiantes.

(Efectivamente dudo que ya nos hayan presentado).
En verdad, ni siquiera sé cómo llamarme:
no palpitan nombres para lo etéreo de una actuación,
no reluce ninguna denominación, ni acentos ni matices,
el ego no brota más que de una paradójica y llamativa ficción;
así que por favor,
sencilla, tiernamente, 
constrúyeme de nuevo.


"Sé que existo porque tú me imaginas"
- Ángel González.

lunes, 30 de junio de 2014

Revólver en la sien.

Les apuntan con un revólver en la sien
Rostros de lechuza y sus gimoteos en la noche,
En la serena, impasible, pálida tiniebla.
Les amordazan con cables de radio y televisión,
Con alambre de espino, filamentos capilares,
Ninguna evasión posible.
De sus ojos convertidos en cubitos de hielo,
De sus ombligos poco higiénicos y la tensión que les protege,
Miles de sedosas ideas, brotando parpadeos de juicios,
Concepciones envueltas por un lienzo alborotado.
Brotando súplicas y llantos al afrontar su temprano desemboque.
Un disparo, dos.
Rostros de búhos donde el ámbar opaco, negruzco manjar,
La espesa emanación de tinte rojizo choca con el aire.
Les empujan, ahora espantajos sin retención de esencia,
A una cinta mecánica de runas hindúes, de ciclos vitales,
Una banda que les transporta con un silbido constante,
Escatimando en delicadeza,
A su simbiosis con el sumidero. 

miércoles, 25 de junio de 2014

Intolerable: breve alegato en contra de una errónea educación.

Recapitulemos desde las raíces del asunto a examinar: nuestro conocimiento, progresivamente evolucionado desde el surgimiento de la capacidad racional, nos perfecciona abarcando un innumerable abanico de saberes, tanto teóricos como prácticos, que se complementan y han conformado a lo largo de los siglos el progreso económico, social y cultural de la especie humana. Sin embargo, a día de hoy, la educación, órgano cuya concreta función radica en impartir el contenido de las diversas ramificaciones del conocimiento, enfoca su cometido mediante unos principios equívocos y métodos que perjudican no sólo a los estudiantes, ingenuas víctimas de su embustera situación histórica, sino también al discurrir de la sociedad, sus valores, prosperidad y esa necesitadísima conciencia sobre nosotros mismos.
            A consecuencia de la ruina cultural que asola los países de Occidente desde finales del s.XX el rendimiento y los beneficios son los máximos objetivos de todo proceso. A ello se le suma el agravamiento ocasionado por cómo, desde múltiples medios de comunicación, se propagan incesantemente mensajes e intereses bajo los cuales palpita el auge del capitalismo más feroz, acompañado por una visceral dependencia de los bienes materiales y un consumo exacerbado que, paradójicamente, puesto que en principio facilita el acceso a recursos variados, provoca daños irreparables en la mentalidad de los individuos, abocados a una vinculación virulenta con su capacidad monetaria, sus inversiones y sus compras y ventas. ¿A qué se ha resumido el desarrollo de la vida cotidiana? Repetición de esquemas – casi esquelas – y compromisos interminables, trabajos sin motivación, entretenimientos insustanciales y caprichos que no procuran ninguna compensación, sino la prolongación de los mismos en el vicioso anillo del homo faber y economicus. 


(Zdzislaw Beksinski)

            La única solución posible a este empobrecimiento intelectual y crítico de la sociedad estriba en una educación estimulante, no laxa, permisiva ni finalista, que potencie el amor por la adquisición de saberes y nos invite al autodidactismo y expandir nuestras fronteras eruditas. No obstante, nuevamente encaramos una contradicción peligrosamente nociva, una negligencia feroz en este sector tan básico e imprescindible. Nos ahogamos inmersos y enmudecidos en una grave crisis cultural donde la enseñanza, aislada salvación, se ha subordinado a los preceptos del utilitarismo y ese pensamiento que comprende a los sujetos como máquinas de producción, medios para alcanzar fines considerados útiles y superiores, seres cuyo valor reside en su rentabilidad, provecho y rendimiento. Cada vez se ha reducido con mayor trascendencia la calidad de la enseñanza con el propósito de, para abaratar costes y contentar al Estado, licenciar a cuantos profesionales sean posibles sin contar con el nivel de su formación, sus méritos o los entendimientos inculcados. Es decir, hay una objetivización anticultural que nos dirige ciegamente a considerar la educación como un proceso formal, un paréntesis casi burocrático y de carácter empresarial en cuyo seno los alumnos son tratados como clientes o demandantes; y así no inferimos lo esencial que resulta para la autonomía del ser humano como individuo independiente a cualquier sectarismo o imposición, no discernimos cómo el aprendizaje nos ayuda al crecimiento, a la sensibilidad, a juicios más holgados y tolerantes, al respeto al prójimo y a lo foráneo, inentendible y ajeno, al placer y a reflexiones más satisfactorias y productivas en un sentido filantrópico.
            Hemos resbalado hasta caer en el foso de la ignorancia y el desprecio hacia el pensamiento y la cultura. Sin ellos, jamás hubiéramos conseguido la impensable cantidad de comodidades que en la actualidad disfrutamos sin cuestionárnoslas demasiado. ¿Cómo arreglar esta catástrofe que gradualmente nos denigra? Quizás con el tiempo y la transformación de los valores capitales en nuestra sociedad, sin resignarnos más ni soportar esta coyuntura, con el empeño de masas que, tras observar los riesgos implicados, se comprometan a recuperar la pasión y la expansión del conocimiento para, mediante el aprovechamiento del mismo, acercarnos a nuestra humanidad y continuar avanzando, además de en lo tecnológico y comercial, encumbrado radicalmente por un mundo interdependiente y globalizado, también en aspectos solidarios, artísticos, filosóficos y científicos desde tentativas de mejora y enriquecimiento.
            Es inadmisible cómo manipulan nuestro derecho a una instrucción de calidad, a un impulso que nos guíe a preservar los matices más bellos y lucrativos de nuestra existencia. No podemos olvidarnos de quiénes somos y cuánto englobamos, y de que jamás tendremos otra oportunidad.