miércoles, 25 de junio de 2014

Ciénaga de alcohol.

(Duane Michals)














Supura.
Esta estocada aún candente enreda mi blanda asfixia,
la aridez de estos nervios, cada vaivén y cada recuerdo.
Sin embargo te perdono, aunque todavía me magulle más
como un siervo sin cordura condenado a la horca,
como quien resopla bajo gas de gárgolas y hongos secos.

Aún supura viralmente esta herida de cobre,
todavía aletean las cuchillas de sus cosquilleos,
todavía me arrolla, me desarma, me endurece;
se camufla entre pocilgas de animales muertos
y naturalezas con cadavérico esplendor.    

Sin embargo te comprendo.
Farolas mustias y envejecidas
adornan tibiamente mi perdón.
Me he rendido ante la impotencia
y la proximidad que nos arrima,
pero jamás recobrarás con un anzuelo
esa flauta de sirena del anochecer,
el encanto de un lobo de mármol
o tu acaramelada y divina pasión.

Esta herida aún supura y sus lamentos,
albinos maullidos de sal,
se precipitan demacrados sobre el silencio. 

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