(Duane Michals)
Supura.
Esta estocada aún candente enreda
mi blanda asfixia,
la aridez de estos nervios, cada
vaivén y cada recuerdo.
Sin embargo te perdono, aunque todavía
me magulle más
como un siervo sin cordura condenado
a la horca,
como quien resopla bajo gas de
gárgolas y hongos secos.
Aún supura viralmente esta herida
de cobre,
todavía aletean las cuchillas de
sus cosquilleos,
todavía me arrolla, me desarma, me
endurece;
se camufla entre pocilgas de
animales muertos
y naturalezas con cadavérico
esplendor.
Sin embargo te comprendo.
Farolas mustias y envejecidas
adornan tibiamente mi perdón.
Me he rendido ante la impotencia
y la proximidad que nos arrima,
pero jamás recobrarás con un
anzuelo
esa flauta de sirena del anochecer,
el encanto de un lobo de mármol
o tu acaramelada y divina pasión.
Esta herida aún supura y sus
lamentos,
albinos maullidos de sal,
se precipitan demacrados sobre el
silencio.
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